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118 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS por una obra mundana. Pues nadie se debe consagrar a Dios para enriquecer a los suyos, sino para rescatar sus pecados con el rescate de una obra de misericordia, y adquirir la vida eterna con los frutos de las buenas obras" ( 24 ). Esta renuncia podía hacerse en favor de los parientes sólo cuando estos mismos eran pobres. Así cierto día pidió ser admitido en la Orden el hijo de un labrador que precisamente se hallaba arando en el campo con una pareja de bueyes. Como de costumbre, Francisco le indicó que conforme al Evangelio debía repartir sus bienes a los pobres. Al punto el labrador en su simplicidad desunció uno dé los dos bueyes y lo llevó al Santo diciéndole: "Hermano, hace tantos años que sirvo a mi padre y a todos los de mi casa; la parte de mi herencia valdrá creo yo lo que este buey. Voy pues a darlo a los pobres según mejor te parezca." Cuando los padres y hermanos oyeron esto, co– menzaron a llorar lastimosamente tanto por la entrada del joven en la Orden como por la pérdida del buey, pues era una familia pobre y numerosa. Entonces el Santo se sentó con ellos a la mesa, les enseñó cuán grande honor y merced sea el tener un hijo y un hermano en el servicio de Dios, cómo de ese modo todos los miembros de la Orden vienen a hacerse sus hijos y hermanos, y que por tanto no quería impedir al postulante su entrada en la Orden. Y añadió: "Para que vosotros seáis consolados quiero que él se prive de su buey a favor vuestro, ya que sois pobres, aunque según el Evangelio debiera él dar el animal a los pobres extraños." Todos se alegraron mucho de las palabras de San Francisco y muy especialmente por el buey que se les devolvía ( 25). Por la misma razón sólo en caso de urgente necesidad permitía Francisco a sus propios Frailes recibir algo de los que entraban a la Orden: "Mas los Frailes, escribe, y los ministros de los Frailes en modo alguno reciban dinero de él ni por sí ni por interpuesta persona. Mas cuando estén en necesidad pueden los Frailes recibir, excepto dinero, las cosas necesarias del cuerpo según la medida de sus nece– sidades, como los demás pobres" ( 26 ). Pero aun en estos casos de necesidad no veía el Santo con gusto que la Orden recibiera algo del postulante. Por el buen ejemplo y por no despertar toda apariencia de una sórdida ganancia le parecía mejor acudir a otros bienhechores antes que al que entraba a la Orden ( 27 ). (24) Ibídem. (25) Spec. per-f., c. 57. (26) Regula I, c. 2, ed. LEMMENS, 26; BoEHMER, 2. (27) "Saepe etiam, si fratres egerent, potius ad alios recurrere quam ad intrantes ordinem docuit, primo quidem propter exemplum, deinde ad vitan– dam omnem turpis commodi speciem." TaoM. CEL, II, n. 81.
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