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EL IDEAL DE POBREZA DE SAN FRANCISCO 11:í rables con que había de tropezar una Orden que no poseyera nada en común: "Mis queridos hijos, dijo a Francisco y a sus discípulos, vuestra vida nos parece demasiado dura y áspera. Aunque creemos que, visto vuestro fervor, vosotros podéis sobrellevarla, pero debemos tener en cuenta a los que vendrán después de vosotros, a los cuales un tal método de vida podría parecer demasiado dificultoso." Y sólo después que hubo probado el irresistible entusiasmo de Francisco por el ideál evangélico de pobreza y después de haberlo visto en una visión apoyando la iglesia de Letrán, que amenazaba mina, aprobó el Papa aquella forma de vida de pobreza absoluta, exclamando: "Verda– deramente, éste es el santo religioso que ha de sostener y levantar de nuevo la Iglesia" ( 9 ). Comprendemos que la Iglesia, inspirada por la prudencia y previ– sión, se mostrara reservada en frente de la innovación que Francisco proyectaba en la cuestión de la pobreza, como comprendemos por otra parte la actitud decidida del Santo. Tomás de Celano asegura expresamente que Francisco rechazó con toda humildad las insinua– ciones de los Superiores eclesiásticos, no porque despreciara sus razo– nes, sino porque creía tener una misión más elevada ( 1 º). También en esto como en todo lo demás el Evangelio era quien decidía y le mostraba el camino. Ahora bien, la pobreza evangélica, ejercitada por el Salvador mismo y recomendada a sus discípulos, parecía excluir claramente toda pose– sión. De sí mismo confiesa Jesús: "Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza" ( 11 ). Al mancebo dice Jesús: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo, y ven, sígueme" ( 12 ). A los que quieren ser sus discípulos les po– ne como condición para poder seguirle: Ninguno de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, puede ser mi discípulo" ( 13 ). Envía a sus discípulos a predicar el Evangelio dándoles este precepto: "De balde lo habéis recibido, dadlo de balde. No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestras bolsas; ni alforja para el camino ni dos túnicas ni zapatos ni bastón; pues el obrero es digno de su salario" (1 4 ). A todos sus discípulos da este consejo: "Vended cuanto poseéis y dad limosna; (9) Tres Socii, n. 51; T1-10M. CEL. I, n. 32 s. (10) "At sanctus Franciscus suasionem eius (Cardi11alis Ioa1111is a S. Paulo) humiliter, prout poterat, recusabat, 11011 persuasa despicie11do, sed alia pie affectando altiori desiderio ferebatur." THOM. CEL., I, n. 33. (11) MAT., VIII, 20; Luc., IX, 58. (12) MAr., XIX, 21; MARc., X, 21; Luc., XVIII, 22. (13) Luc., XIV, 33. (14) MAT., X, 8-10.
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