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AMOR DE SAN FRANCISCO A LA POBREZA 109 mujeres. Sin embargo los devaneos eróticos no caían bien en un caballero cristiano; éste dejaba el sentimentalismo para los represen– tantes de la caballería pagana, mientras él por su parte se entregaba a los hechos de armas y buscaba la victoria o la muerte por el Empe– rador y el imperio. Con todo, el casto servicio y el honesto amor de las mujeres no podían separarse de la caballería cristiana ( 64 ). En torneos y justas el caballero rendía homenaje a su señora y de sus manos recibía el premio de la victoria. En la lucha y en los apuros animábalo el recuerdo de la amada de su corazón. Amaba a su esposa y su mujer "con honestidad y pudor y rectitud y pureza", pero con fidelidad y fuerza y ternura. Y en último término su amor a la mujer se remontaba al modelo de toda pureza, a la Virgen purísima, que nos dió el Salvador. Como es sabido, los maestros cantores Gual– terio de Vogelweide, Werinher de Tegernsee, Godofredo de Estras– burgo, Fray Felipe el Cartujo, Jacopone de Todi y otros trataron de promover el honor y amor de las mujeres, entonando sus mejores canciones en honor de Nuestra Señora y de su Divino Niño. Un amor tan noble convenía también al caballero de Cristo, a Fran– cisco. Sólo que ese amor, como toda su caballería, era de índole pura– mente espiritual. Francisco pretendió esposa por amor de Dios, y su amada era la misma esposa del Salvador, la nobilísima Dama Pobreza. ¡Cuán fielmente unido con esta señora estuvo Jesús durante toda su vida! Desde el supremo trono de los cielos bajó el Rey de los Angeles a la tierra para buscar a la reina pobreza, despreciada y esqui– vada de los hombres. Y he aquí que ya en el establo de Belén le estaba ella aguardando con impaciencia y le esperaba con la gloriosa Virgen María. Ella le acompañó durante toda su vida como fidelísima esposa, y Él la ensalzó y amó sobre todas las cosas del mundo. Y cuando sonó para Él la hora de los oprobios y de los sufrimientos y todos los demás se apartaron de Él, la pobreza no lo abandonó ni por un momento. Con Él estaba en medio de las injurias y de los baldones. Con Él estaba cuando era escupido, azotado, coronado de espinas; no lo abandonó cuando desnudo de todas sus vestiduras fué clavado en la Cruz. Y cuando finalmente se vió pendiente del madero, recha– zado de la tierra y abandonado del cielo, la pobreza permaneció junto a Él para consolarlo. Y al paso que ni la misma Madre de Dios pudo subir con Él a la cruz, la dulcísima pobreza lo sostuvo abrazado con amor de esposa hasta la muerte ( 65 ). (64) Este genuino amor de la mujer, propio de la caballería cristiana se halla típicamente expresado en la Canción de Roldán y en el Parsifal, al paso que el amor erótico de la caballería mundana y decadente se nos presenta en la leyenda del rey Artús y en el Tristán. ( 65 ) Esta mística unión de la pobreza con Cristo se halla descrita de una
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