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••• Y así, me apalearon y me echaron fuera, y su risa fue como una agua hfrviente, y entre mis entrañas revivió la fiera, y me sentllobo malo de repeflte: mas siempre mejor que esa mala gente. Ya recomencé a luchar aqu,: a me defender y a me alimentar. Como el oso hace, como el jaba!,; que para vivir tiene que matar. Déjame en el monte, déjame en el risco, déjame existir en mi libertad. Vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad. El Santo de As1s no le dijo rada. Le miró con una profunda mirada, / partió con lágrimas y con desconsuelos, ¡ habló a Dios eterno con su corazón. El viento del bosque llevó su oración, que era: Padre nuestro, que estás en los cielos... ••• La gente lo alimentaba cortésmente, y, aunque iba así por la ciudac. y por las casas, nunca le ladraban los perros. Por fin, al cabo de dos años, el hermano lobo murió de viejo; los habitantes lo sintieron mucho, ya que, ai verlo andar tan manso por la ciudad, les traía a la memoria la virud v la santidad de San Francisco. . En alabanza de Cristo . Amé::i'' . ( "Florec.illas ". Cap. XXI) 69

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