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••• Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo. Sus vastas orejas los salmos oían y los claros ojos se le humedecf:Jn. Aprendió mil gracias y hac,á m,"I juegos cuando a la cocina iba con los legos. Y cuando Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamJá. Sal 1á a la calle, iba por el monte, descend1á al valle, entraba en las casas y le daban algo de comer. Mirábanle como a un manso galgo. Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno, el íobo probo, desapareció, tornó a la montaña, y recomenzaron su aullido y su safla. Otra vez sintióse el temor, la alarma, entre los vecinos y entre los pastores; colmaba de espanto los alrededores, de nada servían el valor y el arma, ••• ••• El lobo se arrodilló y bajó la cabeza, manifestando con gestos mansos del cuerpo, de la cola y de las orejas, en la forma que podía, su voluntad de cump lir todas las condiciones del acuerdo. Añadió San Fran cisco: -Hermano lobo, quiero que así como me has dado fe de esta promesa fuera de las puertas de la ciudad, vuelvas ahora a darme fe delante de todo el pueblo de que ye no quedaré engañado en la palabra que he dado en nombre tuyo. 63 • ••
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