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••• el oso o el ciervo, y a más de uno ví mancharse de sangre, herir, tortt.:rar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor. Y no era por hambre que iban a cazar. Francisco responde: -En el hombre existe mala levadura. Cuando nace viene con pecado. Es triste f!lªS el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy qué comer; dejarás en paz rebaños y gente en este pals. iOue Dios melifique tu ser monraraz! -Está bien, hermano Francisca de Asís. -Ante el Señor, que todo ara y desate, en fe de promesa tiéndeme la pata. El lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano. • •• ••• El lobo, obediente, marchó :on él como manso cordero, en medio del asombro de los habitantes. Corrió rápidamente la noticia por toda la ciudad, y todos, grandes y ¡::equeños, hombres y muje– res, jóvenes y viejos, fueron acudiendo a la plaza para ver al lobo con San Francisco. Cuando todo el pueblo se hubo reunido, San Francisco se levantó y les predicó, diciéndoles, entre otras cosas, có– mo Dios permite tales calamidades por causa de los pecados, y que es mucho más de temer el fuego del inferno, que ha de durar eter– namente para los condenados, que no la ferocidad de un lobo, que sólo puede matar el cuerpo, y s~ la boca de un pequeño animal in– funde tanto miedo y terror a tanta gente, cuánto más de temer no será la boca del infierno. 59 • •
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