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Apostólico, recibiendo esta sublime respuesta del Papa: «La Religión de los Ca– puchinos, digna es de todo lo que habemos hecho, porque es el único ejemplar de perfección evangelica, que hoy tenemos.... la verdad que se debe predicar en la Cátedra de los r'redicadores del Papa, a los Cardenales y a otros Prelados, -sale mejor de la boca de un capuchino que de otro cualquiera.» (27 Marzo 1743). Y dejando pasar por alto otros muchos elogios, recordemos las palabras del inmortal Pontifice León XIII, por encerrar todo el programa que ha desarrollado la Orden Seráfica. «Cada Orden Religiosa, dice, como tiene su carácter distinti– vo, así posee una gracia particular. Vuestra gracia especial, oh hijos, fue una completa fidelidad a la Santa Sede y a la Iglesia Romana. Vuestra gracia, vues– tro mérito, y vuestra gloria consiste en que los Romanos Pontífices tuvieron si~mpre en vosotros, hijos devotísimos y fidelísimos obreros. Y como lo fuistéis en el pasado, lo sois al presente, y lo sereis en lo futuro. (Analec. O. Afio. l.º pag. 53.) Y después de las frases encomiásticas del Papa Pío X, con motivo de la aprobación de las Constituciones de la Orden (8 Septiembre 1909) viene cual hermosa lazada a dar más vista y lozanía a este conjunto de flores espigadas,a través de los siglos, pero que en nada habían perdido ni su aroma primitivo, ni su fragancia encantadora, ni su brillantez deslumbradora, la carta del actual Pontífice Pío XI, dirigida a nuestro Rdmo. P. General con motivo del IV Cen– tenario de la aprobación de la Orden, y que es el más armonioso canto entona– do a la Seráfica Orden Capuchina. ¡Tal ha. sido el aprecio y la admiración qne la Orden de la Reforma Fran– ciscana ha merecido a los Pontífices de todas las edades! · Conclusión. Mis guías Al llegar al final de este estudio, y después de haber recorrido a pasos agi– gantados las épocas tan varias de nuestra Reforma Capuchina; de haber pre– sentado ante vuestros ojos la obra de nuestros mayores; y de haberos recorda– do, en brevísimo compendio, la actividad desplegada por nuestros Padres; ac– tividad, que unida a una extraordinaria virtud, mereció tantos elogios de los Rq– manos Pontífices, y páginas tan bellas han arrancado a las plumas brillantes de Cbateaubriand, Manzoni, Giobert, Cantú, Lacordaire, Dapanloup. etc. etc. plá– ceme el manifestar que en este trabajo o en este bosquejo histórico, no hay que buscar la invención de un autor, pues yo tan solo he sido un recolector, que es– pigando en el amplio campo ae la historia, ha podido presentar un manojo de lindas flores: flores, que quizás lleguen a vosotros mustias y lacias y sin fragan– da alguna, por haber perdido todas sus lindezas y hermosuras al pasar por el tamiz de mi imaginación. Gloríense otros de poder escribir la historia con invenciones de su prodi– gioso talento o ardiente imaginación, yo me glorío de que ·este estudio no sea fruto de mi imaginación sino frabajo de una constante investigación y consulta a los más renombrados autores de historia franciscana, cuyos nombres, omitidos en el texto por no citarlos en cada página y en cada línea, los pongo a conti– nuación: A) Fr. Joannes Romaeus de Terranova CHRONICA de Origine FF. Min. XXXII

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