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El a~o 1545, y ante la respuesta satisfactoria, que el Vicario General daba a los 19 artículos de fe, que Roma presentó a la Orden para su aclaración, el Papa Paulo Ill·volvió a permitirles la predicáción; r con esto terminó la última y la más pelig¡¡osa de las tormentas desencadenadas contra la Orden Capuchi– na. Al contemplar acontecimientos tan lamentables no podemos menos de ala< bar y de bendecir la Providencia .maraviliosa de Dios Nuestro Sefíor, y el cui– dado con que la guiaba en tan apurados lances, pudiendo repetir con verdad: «Digitus Dei est hic», pues en esta Orden_ se han cumplido las palabras de San Pablo: «infirma mundi elegif Deus ut confundat fortia. » (l. Co:-int. Cap. IY 27) Difusión admirable de la Orden Capuchina Roto al firi, y después de tanto batallar, el cerco que los confrnía encerra– dos en tan .estrechos límites; desbaratados los planes y deseos de sus astutos perseguidores; calmados y serenados los espíritus más hostiles, los _Capuchinos se extienden rápidamente por Italia, a la que embalsaman, éon es<is fragantes y embriagadores aromas propios de la virtud, y s.e ganan los corazones de los pueblos, CO!l el resistible encanto de su pobreza sin afectación, y con swsacrifi– cio heroico sin recompensa: y cuando después de extenderse por aquellas tierras italianas, ven nacer un sol más esplendoroso, y _un día más venturoso,, con el privilegio de Gregorio XIII (6 Mayo 1574) rompiendo las proiibiciones de sus predecesores, remontaron el vuelo cual .águilas caudales, para cernerse mages– tuosos sobre los nevados Alpes, y bajar con su ramito de paz a las naciones do- . loridas por las graves sacudidas en ellas producidas, por el prote,stantismo, y enseñarles con amor lecciones tan sublimes y regenera<;loras, cómo'. la resigna– ción en el dolor, la esperanza en el trabajo, la recompensa -en el abandono y .en la desgn\ci~. . · . Aquellos grandiosos arcos de triunfo, que el Protestantismo se había levan– tado en Suiza, Alemania, Francia, Austria e Inglaterra &. &. vieron muy pronto que se b~mboleaban con el ataque violento que los capuchinos )es. infrigfan.'con su virtud, y con los ejemplos admirables que el pueblo contemplaba de pobreza, de abnegación y de sacrificio, y con los fulgores de una ciencia senéilla y popu– lar, que rebatía con calor las falsas ensefíanzas luterapas, y proclamaba con en– tusiasmo la adhesión inquebrantable al .Papa y a la Iglesia Romana. Esta labor incesante de los Capuchinos con el pueblo humilde y despréciado, atrajo sobre ellos las miradas de las personas ansiosas de la reforma de costums bres, y todos los pueblos de Europa les ofrecían albergue y les abrían sus puertas. Es consolador, el ver que apenas terminan las luchas con los Observantes, y se anulan las determinaciones de Paulo III, todas las naciones Europeas van re– cibiendo en su recinto a estos humildes hijos de FranciscÓ de Asís, pues en 1562 es Francia, la que se goza en tener en su tierra a dos Padres Capuchinos lleva– dos·por el Emmo. Cardenal Carlos de Lorena para que Juvieran'a su cargo el Hospicio de Meudon, cerca de París. Pero la actividad de los Capuchinos en esta tierra data del año 1573, en tiempo de Carlos·xn, con cuy°a protécdón muy en breve se formaron seis provincias. En 1588 es Suiza la que opone a la predi– rnción c1:1lvinista la predicación persqasiv~ qel Capuchino; "t de esta nación p&, XV

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