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Mas como este edicto favorable a los deseos de los Óbservantes, nlnguná mención hacía de la Bula «RELIGIONIS ZELUS» el F. Ludovico encontró en ella margen d,onde acogerse para continuar trabajando por la extensión de la Orden, Trabajos; que motivaron del General Pissoti, dos nuevos alegatos, que no pre– valecieron contra la Bula del 3 de Julio de 1528. Era el año de 1534. Los mejores y más afamados predicadores de la Obser– vancia, Fr. Bernardino de Ochino y Fr. 13ernardino de Astí, se apartan de la Observancia y visten el sayal de los eremitas, Aquellos nombres, que rodeados de un nimbo de gloria, repetía la ItaHa, y los admiraba como verdaderos y res– plandecientes astros de la oratoria sagrada, se alistaban en la nueva familia ca– puchina, y lo que es más' de admirar, hasta Fr. Juan de Fano el Provincial que tanto les había molestado. En este instante creyó la Observancia llegado su fin. Nuevas quejas se le– vantan contra los Capuchinos, y no callan hasta obtener el breve (9 abril 1534), que prohibe a Fr. Ludovico el recibir a ningún Observante sin licencia especial de la Santa Sede. (1) Mas este nuevo triunfo que obtenían los Observantes, les envalentonó en gran mánera, y su osadía llegó a tal estremo, que acudieron al Papa pidiendo la supresión de la Orden, para lo cual le rogaban anulase la Bula del 3 de Julio de 1528. El Papa rehusa acceder a tal petición, pero les promete desterrarlos de Ro– ma; y el día 25 de Abril de 1534 se les comunica el edicto Pontificio, en el mismo instante en que se disponían a tomar su frugal comida. No vacilaron un instante, dicen los historiadores, en obedecer la Orden del Supremo Jerarca de la Iglesia, y, sin tocar los manjares, salieron los treinta que eran, de dos en dos, con la Cruz alzada, y atravesando la Ciudad, se dirigieron a San Lorenzo extra muros, donde se les dispensó amistoso recibimiento. El pueblo romano, que tanta estima tenia formada de aquellos religiosos se alborota y protesta de tan inicuo atropello; y a esta protesta popular se une muy pronto la nobleza romana, entre cuyos nombres sobresalen como más entusias– tas defensores Victoria Colonna, Camilo Orsini, y la Duquesa de ,Camerino, consiguiendo que el Papa Clemente revocara sn determinación. · El mismo pueblo romano quiso mostrar su afecto y simpatía a los Capuchi– nos expulsados, llevándoles más víveres que nunca en la misma Roma les habían dado. El 25 de Octubre bajaba al sepulcro Clemente VII. La tempestad que se fraguaba en su _reinado, ·se desencadenó de una manera alarmante en el reinado de su sucesor .Paulo III, y merced a la ayuda continua y a la protección especia– lísima de Dios sobre la incipiente Orden Capuchina, salió victoriosa del huracán, que amenazaba troncharla cual débil planta; y la Iglesia pudo contar en los si– glos XVI y XVII con un gran instrumento de reforma de las costumbres y de con– solidación de las sociedades por la predicación constante de las enseñanzas re– ligiosas, que en todo tiempo y en todas las naciones infestadas por el protestan– tismo , realizaban los Capucqinos. . .(1) Hacemos notar que en este breve de 1534 se llama por primern vez Capuchinos al P, Mateo y a s11s compañeros. X

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