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Febrero En 1951 regresó nuevamente a España, siendo destinado sucesivamente a los conventos de Santander (1951 ), Salamanca (1954), Valladolid (1960), Gijón (1967), Valladolid (1975) y Vigo (1984) . En todos ellos, excepto en Vigo, desempeñó con afabi– lidad el oficio de portero y sastre. Durante su estancia en Vigo tuvo a su cargo la atención a la sacristía, aunque nunca se negó a suplir las eventuales ausencias del portero. En principio, no estaba descontento de su permanencia en tierras de Galicia; pero una estancia continuada en Vigo, dado el ambiente húmedo por su proximidad al mar, no resultaba un aliciente bueno para su salud. En varias ocasiones manifestó la conveniencia de ser trasladado a un clima que le fuera más favorable. De hecho, en Vigo sufrió varios accidentes transito– rios de ACV y así se comprobó después en Madrid al serle prac– ticado un escáner, donde se evidenció la existencia de multiin– fartos cerebrales que había superado con suerte y probada re– signación. Ésta fue la causa que motivó su destino a San Anto– nio de Cuatro Caminos a raíz del Capítulo de 1993. Sus esperanzas de aclimatar el organismo a unas condicio– nes más favorables quedaron muy pronto truncadas: el 30 de septiembre de 1993 le sobrevino una trombosis cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado y sin esperanzas de recupera– ción. Desde este día tuvo que ser internado en la enfermería, con tan escasa libertad de movimientos que, en adelante, su existencia se limitó a permanecer en la cama o en un sillón de ruedas. Nuevos amagos de trombosis se fueron repitiendo y el debi– litamiento general aumentado progresivamente. Después de muchos sufrimientos físicos y morales, durante más de dos años, entró en un estado comatoso, síntoma del final de su exis– tencia. Murió el 19 de febrero de 1996 en la enfermería de Cuatro Caminos. 94
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