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Febrero En 1942 fue trasladado a Vigo. Durante estos primeros años comenzó ya a desempeñar, de forma esporádica, el oficio de portero, actividad que marcaría posteriormente una larga etapa de su vida. Desde su ingreso en la Orden, la vocación misionera estuvo siempre presente en el ánimo del hermano Bernardo, y así se lo manifestó en varias ocasiones a los superiores. En 1944, estan– do todavía en Vigo, el padre provincial le llamó a Madrid para comunicarle su nuevo destino: las misiones de Venezuela. El 4 de octubre de 1944 salió del puerto de Cádiz en com– pañía de otros seis misioneros con destino al Vicariato Apos– tólico de Machiques, recientemente fundado. Allí permaneció algunos meses desempeñando los cargos de sacristán y cocine– ro, esperando al padre Cesáreo de Armellada para acompañar– le en la implantación de un centro misional en lo que más tarde se conocería como Los Ángeles del Tucuco, a orillas del río que lleva el mismo nombre. Solamente permaneció cuatro años como misionero, pero cuajados de penalidades, trabajos, miedos y sobresaltos en su tarea de abrir vías de comunicación para poder contactar con las tribus de los indios motilones. Estos años de apostolado entre los indios fueron muy difíci– les. Más que apostolado, fueron escarceos e intentos fallidos para llegar a sus inaccesibles bohíos, comunicarse con ellos y ganarse su confianza para poder iniciar unas mínimas relacio– nes que permitieran su evangelización. Era un cometido extre– madamente arduo y arriesgado, ya que a los indios les resulta– ba difícil reconocer a quienes iban con buena voluntad y a los que trataban de infiltrarse en sus dominios para aprovecharse de ellos. Esta equivocación, y las riñas e incomprensiones entre los mismos indígenas fueron la causa de que algunos de nues- 90

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