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Febrero Treinta y cuatro años de permanencia continuada en un mismo lugar pueden ser extraordinariamente fructíferos cuan– do se tienen ideas, clarividencia en la programación de proyec– tos, coraje para <lesanollados y Laclo vara llevados a Lueu fiu. Afortunadamente todas estas cualidades sobreabundaban en el padre Diego: inteligencia, decisión, autoridad moral, recursos eficaces para todo. Su actividad en esta zona fue grandísima no sólo en el plano espiritual, sino también en el ámbito material. Fue predicador, asesor espiritual, constructor, ganadero, conse– jero político . .. Su buen hacer fue el resultado de una simbiosis de las excelentes cualidades naturales con que Dios había enri– quecido la persona de este religioso capuchino. La considerable tarea realizada y el desgaste físico que con– lleva comenzaron a mermar sus facultades e hicieron notar en su cuerpo la irremediable experiencia de la fragilidad humana. El primer síntoma que marcó el declive de su salud fue una acu– sada hipertensión que le obligó a regresar a España en 1978. Comenzaron las visitas y los chequeos médicos, con escaso éxito para regular su tensión. Se trasladó a Valdearenas, su pueblo natal; y como suele acontecer en circunstancias parecidas, la tranquilidad y las exquisitas atenciones de su familia levantaron sus ánimos y le hicieron experimentar una notable mejoría. En 1979 quedó definitivamente incorporado a la fraterni– dad de Jesús de Medinaceli, donde nos dictaría las últimas lec– ciones de laboriosidad con una vida en lento declive, pero repleta de méritos y de años. Diez años estuvo al frente del «Club San Francisco» asentado en la parroquia, charlando, ani– mando y orientando a los ancianos que le esperaban todas las tardes para compartir sus problemas, mezcla de alegrías, desilu– s10nes y esperanzas. Colaboró en el culto del santuario y atendió generosamente y con suma cordialidad a las personas que solicitaban su presen- 82

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