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bre político y de orador convincente las demostraría el padre Diego Ayuso a lo largo de todos los años transcurridos más tarde en Venezuela. A pesar de su agitada vida en los años de juventud, la voz de Dios le seguía llamando por rutas diferentes, señalándole otros frentes donde debía emplear sus excelentes cualidades. En medio del gran revuelo social que precedió a la Guerra Civil de 1936, optó definitivamente por seguir la vida religiosa, ingresando en el convento de Bilbao para confirmar esta opción mediante el postulantado. En 1936 comenzó el novicia– do, pero, al igual que sus compañeros, no lo pudo terminar, rea– nudándolo nuevamente en León el 15 de agosto de 1937. Aquí emitió los primeros votos el 21 de agosto de 1938, hizo la pro– fesión perpetua el 22 de noviembre de 1941 y completó los estudios teológicos iniciados en Toledo. El 21 de marzo de 1942 recibió en Astorga las órdenes sacerdotales. El primer destino donde estrenó su sacerdocio fue el colegio de El Pardo, con el cargo de atender espiritualmente la forma– ción de los hermanos no clérigos. De aquí pasó a Bilbao y, seguidamente, al convento de Valladolid como predicador. No obstante el escaso tiempo que permaneció en ambas fra– ternidades, sus dotes oratorias hicieron que fuera muy conoci– do y apreciado en el ejercicio del ministerio de la palabra. Donde el padre Diego desarrolló verdaderamente sus cuali– dades humanas y religiosas fue en las misiones de Venezuela, dentro del Vicariato Apostólico del Caroní y, de forma muy especial, en Santa Elena del Uairén. Después de residir un año en Upata, se incardinó al centro misional de Santa Elena el 3 de abril de 1945. Aquí plantaría el «centro de operaciones» de toda su vida misionera. 81

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