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Diciembre El silencio y las oraciones se convirtieron en regocijo, y voltea– ron las campanas de toda la ciudad. Los presagios del P David habían dado sus frutos: buscaron la lluvia a los pies del Cristo de la Agonía, y allí la encontraron. El padre David fue un hombre de apariencia más bien robusta. Alguien ha escrito que su figura podía hacernos pensar en «una figu– ra del Greco: venerable, noble, digno, pero con una expresión tranqui– la y alegre; barba blanca y gafas, con el andar ligeramente inclinado; siempre con el hábito franciscano ... » A nivel humano, era entrañable y afectuoso y, por ello, muy queri– do por los hermanos y por todos los que le conocían y trataban con él. «La honradez y la integridad -escribe A. Mendes- podían pasar por proverbiales, y se manifestaban en la coherencia de todas las actitu– des con sus convicciones y en llamar a las cosas por su nombre; pero su integridad no suponía ninguna rigidez intolerable. .. » Este amigo que tan bien le conoció y tantas veces le acom– pañó admirando las bellezas de la ciudad, escribe en otro lugar: «... Fue austero para consigo y bondadoso para con los demás, humilde, sencillo, desprendido, alegre y fraterno . Tenía una bondad res– plandeciente, la bondad que caracteriza a los santos. Nada en él era artificial, todo tenía la marca de la honradez y de la autenticidad. .. » BIBLIOGRAFÍA: AP fol. 435; BOP 168 (1978) 345; Flash 162 (1995) 3, 164 (1996) 3-6, 177 (1998) 24-25, 12 (2001) 16-18, 13 (2002) 24-29; La Gaceta (Salamanca, 20 diciembre 2001 ); Ferias, Mer– cados y Mataderos (Salamanca, 25 diciembre 2001). 542

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