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Didembrre también él para gozar de la luz del Padre y de unas eternas vacaciones en la eternidad. El trabajo sacerdotal más peculiar del padre David ha sido el confesonario y, sobre todo, la predicación jalonada de pane– gíricos, sermones de circunstancia, novenas, triduos, misiones populares ... Primero Salamanca y luego todas las regiones de España fueron testigos de su palabra, ansiosamente esperada por los fieles, que se enorgullecían de leer en los carteles de sus fiestas y novenarios el nombre del famoso predicador capuchino. No solamente estuvo en el púlpito su cátedra, sino que tam– bién desarrolló una actividad frenética en los medios de comu– nicación. Los micrófonos de Radio Salamanca fueron, durante cuarenta años, testigos fieles de su dedicación a vocear a los cuatro vientos el mensaje de la fe cristiana. Sus afamadas char– las y tertulias radiofónicas eran seguidas por numerosos sal– mantinos, que se sentían enganchados a las citas dominicales con no disimulada adicción. Y luego llegaba la cosecha: unos le buscaban como consejero espiritual; otros buscaban en su con– fesonario el buen consejo y el perdón. Ya en 1978, con treinta y cuatro años de apostolado en los medios de comunicación, el padre David llegó a ser posible– mente un récord en toda la Orden. (A este propósito quiero recordar que el padre Heinrich Suso, capuchino tirolés, predi– có dominicalmente por la radio austriaca durante treinta y un años; y el gran apóstol italiano padre Mario de Turín actuó durante once años en Radio Vaticana y diecisiete en la Radio– Televisión italiana) . Pero su misión apostólica no quedó encerrada en el ámbito <le la predicación. Le gustaba leer, le gustaba escribir y escribió 539

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