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Enero terminaron con un infarto de miocardio el 22 de enero de 1995. Contaba noventa y seis años de edad. El interés apostólico que alimentó siempre sus actividades quedó patente en la predicación, pero sobre todo en su entrega singular a la pastoral del confesonario, algo para él m.uy queri– do y m.uy buscado. No le faltaron ocasiones a lo largo de su vida para manifes– tar sus aptitudes para los trabajos manuales y ponerlas en prác– tica en los momentos más oportunos: dos de sus grandes aficio– nes fueron la cerrajería y la carpintería, para las que tenía exce– lentes cualidades aún careciendo de estudios técnicos especiales en semejantes tareas. En ocasiones las dotes naturales y el tra– bajo realizado con cariño todo lo vencen. Y él fue m.uy eficaz cuando apremiaban necesidades urgentes y ocasionales. Los que le conocieron recuerdan su m.ínim.a figura con la caja de herramientas, deambulando por las dependencias de los con– ventos en busca de averías y desperfectos para ser arreglados. Una estupenda ayuda y un buen ejemplo explotando cualida– des personales. Era su forma de colaborar a la fraternal convi– vencia en la vida de comunidad. Como el buen miembro de una familia, te da todo lo que tiene, te ayuda todo lo que puede y te enseña todo lo que sabe. Gran aficionado al deporte, fue un «forofo» del Real Ma– drid, lamentando sus derrotas y celebrando sus glorias con entusiasmo juvenil. Corno los chicuelos enamorados de algún artista «in» de temporada, guardaba entre sus haberes la foto– grafía y firma de cada uno de los jugadores. Su destreza en los trabajos manuales jamás fueron un obstáculo para el cultivo de los valores del espíritu: hombre metódico y ordenado, 52

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