BCCCAP00000000000000000000710

Diciembre 1 inagotable de su paciencia. El 4 de diciembre de 2001 Dios le llamó a la eternidad. Los hermanos no clérigos han desempeñado siempre en nuestras casas una labor encomiable, pero no sólo en el aspec– to material: sin poder exhibir el don del sacerdocio, han co– laborado en los trabajos ministeriales con especial relevancia y poniendo de manifiesto que, cuando existe coraje y vocación apostólica, todo bien se puede realizar en beneficio de los demás. Con su pericia y buena voluntad, Domingo demostró una extraordinaria habilidad para hacer arte de cualquier madero, y entusiasmar a muchos indígenas que pudieron aprender a su lado un oficio útil para ganarse dignamente el pan de cada día. Se repitió una vez más en este misionero la tónica del trabajo y el slogan tradicional: humanizar y luego cristianizar. Domingo Nazábal fue un hombre de estatura normal; manifestaba ligeras entradas delatoras de una calvicie incipiente y algunos tics faciales reiterativos. Era parco en palabras, aunque, en ocasiones, era capaz de contar muchas cosas en poco tiempo. Su respuesta a cualquier mandato o insinuación era casi siempre monosilábica: «bueno». Y daba sus razones cuando se le invitaba a hablar: «Soy de pocas palabras». En realidad su silencio se oía: lo importante es estar y participar, sencillamente. Fue un religioso ejemplar por su oración, por su paciencia, bondad, delicadeza en el trato y laboriosidad. BIBLIOGRAFÍA: AP fol. 509; BOP 108 (1967) 119; Flash 83 (1985) 119, 126 (1990) 14, 14 (2002) 12-13; Pa– cífico 234. 528

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz