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que no siempre pudo estar disponible a causa de una afección pulmonar que padecía. Por este motivo estuvo ingresado duran– te algunos meses en el sanatorio Yturralde de Madrid. Una vez recuperado, se incorporó nuevamente a la fraternidad de San Antonio y a todas sus actividades. En 1955 fue destinado al convento de Bilbao, donde traba– jó en una catequesis muy floreciente establecida en nuestra igle– sia, en la predicación e impartiendo clases en la Escuela de Maestría Industrial. Después de esta etapa en España, recibió con alegría la noti– cia de su traslado a tierras cubanas, pero este sueño de llegar a Cuba no se pudo realizar: al llegar al puerto de la Guaira reci– bió de los superiores la orden de desembarcar para quedarse en Venezuela. En cierto modo fue un regalo providencial el hecho de no haber llegado a iniciar sus trabajos en la bella isla del Caribe, pues, dados los acontecimientos que se aproximaban, hubiera resultado difícil continuar por mucho tiempo en este destino. En Venezuela le esperaban cuarenta años de apostolado e itinerancia: Mérida, Caracas, Barquisimeto y Valencia fueron ciudades que visitó en varias ocasiones y donde alternativamen– te permaneció desarrollando sus trabajos. El primer destino del hermano Félix fue la residencia de Mérida, donde pasó a integrarse en el equipo de profesores del Seminario Seráfico. En 1958, además de continuar siendo pro– fesor, le fue confiada la responsabilidad de la parroquia de Belén, permaneciendo al frente de la misma durante dos años. En Caracas, donde estuvo en varias ocasiones, residió en La Chiquinquirá, dando clases en el colegio y desempeñando el cargo de vicario parroquial en la iglesia de San Judas Tadeo. 509

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