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Noviembre dación se le podía contemplar todos los viernes dando el largo paseo entre los dos conventos para atender espiritualmente a los formandos del colegio de «La Inmaculada». Tampoco faltó su colaboración en el mantenimiento de los Jueves Eucarísticos y de la Orden Tercera Franciscana. Fue una figura popular, querida y venerada en Salamanca. Formando trío con los padres Rivera y David de Calzada, con– tribuyó a dar entidad al perfil capuchino de la ciudad. El hermano jesús era un hombre de constitución fisica débil, más bien bajo de estatura, algo retraído, pero no cobarde. Le gustaba lucir el hábito capuchino con todos sus atuendos, reflejando en su porte exter– no una gran espiritualidad. Hablaba poco, y cuando se decidía lo hacía bajo, muy bajo, como si tuviera miedo de perturbar la paz conventual o el trabajo de los frailes o las interioridad de las personas que buscaban en él tranquilidad para su alma. Alguien que le conoció comenta: «Habla bajo, pero ameno; habla pensando, sin prisas, salpicando de anécdotas no carentes de chispa una conversación realmente deliciosa. » Fue humilde, de trato sencillo y cordial con los religiosos y con las personas extrañas a la fraternidad. En algunos de sus decires queda retratado el talante de su vida espi– ritual: «Nuestra vida es de apostolado por la predicación y la confesión. A la predicación no me he dedicado mucho, en cambio a la confesión he dedicado horas, muchas horas; he dado 1niles de absoluciones. » Y refiriéndose a las personas absueltas dice: - «Salen de allí completamente distintas, con una paz y una tran– quilidad que sólo Dios concede. » «El apostolado del confesor supone sacrificio, abnegación, pacien– cia y caridad... En esos casos Dios ilumina al sacerdote. » 504

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