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radamente arcaico que afloraba, incluso, en su predicación. Por eso, en el ocaso de sus años, se le ofreció prudente y caritativamente la posibi– lidad de permanecer «liberado» de este ministerio. La edad, la debilidad de su corazón para soportar emociones fuertes y el riesgo de algunas manías seniles inconscientes fueron el descargo de conciencia para quie– nes así lo decidieron. BIBLIOGRAFÍA: AP fol. 427; BOP 74 (1961) 199, 190 (1981) 264s; AC de Gijón (enero 2003). 47

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