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Enero ·· [ do. Fue un buen predicador que dejó las señas de su oratoria en muchos lugares de España. Físicamente fue un hombre de estatura media, de andar tranquilo, voz suave y melódica y rasgos faciales que provocaban en su rostro la aparición de una leve y casi triste sonrisa. Durante los últimos años trató de endulzar los sinsabores de la ceguera con una mayor profundización de su vida interior. Restañó las heridas morales causadas por la incapacidad para otros trabajos tran– quilizando las conciencias en el confesonario, allí donde sus oídos se convirtieron en ojos para contemplar las necesidades y abrir caminos a las almas que buscaban a Dios. Llevó la ceguera con la perfecta alegría que alabó siempre San Francisco, siendo ejemplo para sus hermanos de fraternidad, sus fami– liares, feligreses y dirigidos espirituales. BIBLIOGRAFÍA: AP fol. 585; BOP 105 (1967) 7, 11 2 (1968) 126, 120 (1969) 253, 123 (1970) 133; El Niño Será– fico 196 (1953) sp, 189 (sept. 1952) sp, 196 (1953) sp. 39

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