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dio Madrid, Intercontinental, Onda Cero, TVE, RNE ... Muchas han quedado plasmadas en grabaciones para la posteridad, como la realizada para la televisión japonesa el 6 de enero de 1985, en la basílica de Medinaceli. El padre Esteban no se limitó únicamente a interpretar música; se adentró también en el ámbito de la composición: una colección de canciones religiosas, himnos y entrañables villancicos avalan su honda preparación, su capacidad de expre– sión, su fina sensibilidad para el arte y su emotiva personalidad. Alguien ha escrito en alabanza suya estas palabras: «Llevaba la vocación musical tan metida en su vida como la pro– pia vocación religiosa ... Esteban era el sol, y la escolanía los satélites que recibían y transmitían su fulgor». Una vida tan llena de recursos no podía pasar inadvertida ante la mirada de los hombres. Personajes tan eminentes como el padre Rubí, el padre Otaño, Jesús Guridi, Cristóbal Yubero, Cristóbal Halffter y otros ajenos al campo musical, como San– tiago Bernabéu, manifestaron hacia él una gran admiración y una sincera amistad. Entre las muchas coronas que se recibieron en Jesús de Medinaceli el día de sus funerales se encontraba una muy espe– cial con la siguiente leyenda: «A mi padre Esteban. RAPHAEL.» Y es que el famoso cantante, que se formó cristiana y musi– calmente bajo su protección, en Cuatro Caminos, reconocía pública y privadamente a quien había sido un auténtico padre para él, además del maestro que le inició en los rudimentos musicales que lo lanzarían a la fama. Raphael siempre se mos– tró agradecido a su mecenas capuchino a quien, juntamente con su esposa Natalia, visitaba frecuentemente. 31 - -- ---------- ------

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