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Enero cargo de organista y asumiendo también, como lo había hecho en Cuatro Caminos, la fundación y dirección del colegio-escola– nía. Aquí concluyó los estudios de armonía y composición que había iniciado en el Real Conservatorio de Madrid, obteniendo, en 1953, el premio extraordinario de órgano, con la aprobación incondicional de don Jesús Guridi, su gran maestro, amigo y admirador. Posteriormente perfeccionó en Oxford, París y Roma la téc– nica de registración y orientación moderna del órgano, quedan– do consagrado como uno de los mejores organistas del país. En Jesús de Medinaceli vivió cincuenta años, acariciando las teclas de uno de los mejores órganos de la ciudad para transfor– mar la música de Bach, César Frank, Durand, Daquin, Bruckner o Guridi en alabanza solemne y recogida oración. Cincuenta años llenando de melodías las naves del templo con las voces blancas y magistralmente moduladas de los escolanos: misas solemnes, novenas, bodas, villancicos de Navidad . .. Convirtió la música en plegaria, la plegaria en arte, el arte en una fiesta y la fiesta en un descanso para la serena contempla– ción. Yo le había conocido. Poco después de su muerte pregunté a un religioso por el estado de la limpieza y restauración del órgano. Sí, ya está terminado; ha quedado mejor que nuevo y, además, tene– mos un buen organista. Yo quise comparar y comprobar, y me acerqué a la iglesia con cierta curiosidad. Esto no suena como antes, comenté al religioso. Me parece que lo han estropeado. 29

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