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Enero ner tu ilusión por regresar pronto a nuestra misión de Tucupita. El Padre tenía otro proyecto para tu vida, llevándote a Él. Por eso te has marchado con las manos vacías y el corazón lleno (el alma llena). Conservaste siempre la ilusión de un chiquillo, y ese genio tuyo se volvía ternura cuando era necesario, en las despedidas que hacías ante los restos de un amigo, casi siempre pobre. Tu grandeza (para mí) no está en lo que te hemos querido, sino en lo que tú nos has querido a nosotros. Dejar el mundo mejor de lo que lo hemos encontrado fue tu gran– deza. Para eso hace falta mucho amor. ¿ Cuántas veces hablábamos de todo esto? En los tiempos que com– partíamos cada vez que nos veíamos ... iQué recuerdos tengo de ti, de tu vida espiritual profunda en medio de todo aquello que no facilitó mucho tu vivir diario, la idea de promoción humana, tu mensaje de J esús de Nazaret, el esfuerzo que tenías que hacer en medio de los gua- raos para que te comprendiesen, no darles nada para darles todo, el río, la plaga, el calor del trópico ... .' iQué bien lo supiste encajar.' Que el buen Dios te premie, pequeño hermano; yo más que rezar por ti (que también lo hago), me encomiendo a ti. BIBLIOGRAFÍA: AP fol. 1242; BOV 86 (2001) 276-283; VM 560 (2001) 24; FLASH 7 (2001) 19; Pacífico 252. 24

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