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Y con la sana ilusión de buscar un alivio a sus dolencias para continuar con sus tareas evangelizadoras regresó a España don– de, en los primeros días del año 2001, debió quedar hospitali– zado . Con malos augurios estrenó el quirófano: un infarto detu– vo definitivamente su corazón en la mañana del 1 O de enero, realizando así su último viaje no para seguir misionando, sino para recibir el premio y el fruto de su trabajo en la viña del Señor. Muy positivamente debemos valorar la sencillez, la alegría, el buen humor, el celo apostólico y la actitud optimista de este religioso físicamente escuálido y pequeño, pero grande por su talla espiritual. El mensaje póstumo de uno de sus compañeros, José Ma– nuel Teja plasma, en su «carta al hermano Vicente Rodríguez de Cerecinos», los rasgos que definen su carácter y retratan su fiso– nomía: « . . . Te imagino sereno y disfrutando de esa paz merecida de quien se sabe con el deber cumplido, y eso me conforta. Me serena pensar más en ti y menos en nosotros, y descubro que es la única manera de llevar esta ausencia de tantos años en la misión de Tucupita. Hoy ya no pien– so lo solos que nos has dejado y sí pienso lo solo que te has ido; y tomo conciencia de repente de que ese viaje uno ha de hacerlo en soledad y ligero de equipaje. Tu tenacidad te llevó a conseguir todo aquello que necesitabas para ponerlo a su servicio (la alegría de vivir), servir y servir bien en tu ideal. Hombre luchador, incansable, hecho romo de rníres, ruandn tn cuerpo había sido debilitado y aquel certero trombo amenazó tu vida, los superiores te trajeron a España, siempre pensando en tu recuperación. Aquella operación a corazón abierto, tu franca mejoría, hacían mante- 23

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