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l .; . Abril pero los conocimientos adquiridos durante su permanencia en la Academia Militar fueron suficientes para salir airoso en su enseñanza de las matemáticas elementales a los alumnos más pequeños. Una consideración aparte merece su actividad como respon– sable del área de deportes. La afición al fútbol le acompañó siempre. Sin haber sido nunca un buen futbolista, este deporte le entusiasmaba, considerándose un entendido en la materia. Ya durante su estancia en la Marina llegó a dirigir algunos equi– pos, siendo uno de los directivos y fundadores del Club Depor– tivo San Fernando. Muchos de los deportistas que estuvieron bajo su asesoramiento llegaron a adquirir fama internacional, bien como futbolistas o como árbitros y entrenadores. Todos ellos conservan un buen recuerdo de José Adolfo. Durante más de veinte años su figura resultó inseparable de las actividades deportivas en el seminario, acompañando siem– pre al equipo en sus competiciones oficiales con otros colegios. Él mismo hacía las alineaciones, presidía los entrenamientos, comentaba las jugadas y realizaba los cambios oportunos cuan– do lo creía conveniente. Con su táctica y su entusiasmo consi– guió llenar de trofeos las dependencias del seminario. Para hacer frente a los gastos de material deportivo, trans– portes, diligencias administrativas para la inscripción y partici– pación de los equipos del colegio, dispuso de la ayuda econó– mica de su madre, doña África, y de las aportaciones que él mismo recibía como retirado del Ejército. En medio de este ajetreado mundo de actividades docentes, no dejó tampoco orillados sus compromisos con el ministerio sacerdotal. Como era normal entre todos los profesores, él tam– bién prestó su colaboración para el mantenimiento del culto en el santuario y, de forma muy especial, en la confesión y direc- 183
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