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nos. Los superiores le concedieron todas las facilidades para que cumpliera su deseo. Si muy costoso resultó para él abandonar el convento de El Pardo, mucho mayor fue la alegría que experimentó con su retorno al mismo en 1984. En este año comenzó a forjarse la idea de remodelar parte del convento de León, lo que motivó algunos cambios de personal para poder realizar las obras con mayor facilidad En estos cambios se vio involucrado el herma– no Máximo, debiendo tomar de nuevo el rumbo hacia su que– rido convento de El Pardo. Aquí llegó con setenta años de edad y la salud un tanto que– brantada por los achaques que comenzaban a hacer mella en su cuerpo. La diversificación del trabajo en la fraternidad había cambiado y las circunstancias de tipo administrativo, así como las formas de acometer su mantenimiento, también habían cambiado: ya no existía la vaquería; las colmenas habían sido retiradas casi en su totalidad; la huerta se encontraba infrautili– zada y en gran parte abandonada, y en el colegio se habían adoptado nuevos métodos de funcionamiento .. . iDemasiados cambios para reiniciar sus actividades de hacía veinte años! En esta segunda y definitiva etapa de su estancia en El Pardo tuvo que amoldarse a la nueva coyuntura y aceptar trabajos más sencillos, menos costosos y más acordes con su edad y estado de salud. Pero como siempre, fueron ejecutados con la mayor res– ponsabilidad y espíritu de colaboración: el cuidado de la des– pensa y el comedor; la ayuda en la sacristía; el riego de las flo– res; la limpieza de la enfermería, hospedería y diversas depen– dencias del convento, etc., fueron servicios muy apreciados que prestó desinteresadamente a l;:i fr;:iternidad. Cuando todavía se encontraba en León comenzó a padecer algunos ataques de asma que, con frecuenci;:i, le causaban sobre- 173
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