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porvenir. Fijó su residencia en la calle Argumosa y luego en el paseo de Santa María de la Cabeza, cercano a la iglesia de Jesús de Medinaceli. Posiblemente el encuentro con los capuchinos que regentaban el templo fue providencial para cultivar más eficazmente el instinto piadoso adquirido d esde niño, fomentar su vocación religiosa y definir claramente su opción por la espi– ritualidad de San Francisco. Con treinta y cuatro años de edad tomó la decisión de ingre– sar en los capuchinos, siendo admitido en El Pardo, el 7 de julio de 1949, para iniciar el tiempo de postulantado. Con el nombre de fray Máximo de Santa María comenzó el noviciado en Bilbao, el 19 de marzo de 1950, y emitió la profe– sión temporal el 20 de marzo de 1951 . Tres años más tarde pro– fesaría de votos solemnes en El Pardo, el 25 de marzo de 1954. Muy pocos fueron los conventos por los que pasó el herma– no Máximo durante los cincuenta años de su vida religiosa. En 1951, apenas concluido el noviciado, fue destinado al convento de El Pardo con el oficio de canovero y encargado de las colmenas. Todavía en aquellos años, los hermanos no clérigos tenían a su cargo distintas ocupaciones en la casa, algunas de las cuales pasaron a manos de las religiosas de la Divina Pastora cuando se establecieron en El Pardo. No obstante su presencia, la cola– boración de los hermanos era imprescindible por la existencia del colegio y de una numerosa fraternidad. La portería, el comedor, la cocina, la huerta, la carpintería, etc. Todo funcio– naba a pleno rendimiento y todo se aprovechaba para satisfacer las múltiples necesidades existentes. Máximo Beltrán tenía una responsabilidad muy concreta: el cuidado de las colmenas. iCuánLas veces pudo endulzar con el 171

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