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Pasados cinco meses de aclimatación en Caracas, se le comu– nicó su primer destino: Maracaibo. Llegó a esta ciudad petrolera a mediados del mes de agosto de 1929, comenzando sin demora su actividad misionera como predicador en el estado Mérida y en toda la zona de los Andes, impartit:'nnn rl::isPs Pn rlifrrent.es cole– gios y colaborando en las actividades de la fraternidad que, por cierto, estaba integrada por religiosos bastante ancianos: vieron el cielo abierto ante las posibilidades de ayuda que les brindaba con su presencia. Cinco años permaneció en Maracaibo. En el Capítulo de 1933 fue trasladado a La Merced de Caracas, comenzando de nuevo un sinnúmero de actividades en los colegios, en las parroquias, en la radio, e iniciando una nueva faceta en su apostolado que llegaría a ser habitual duran– te muchos años: acompañar a los señores obispos como secreta– rio y predicador en las visitas pastorales. No por ser poco comunes nos deben resultar extrañas «las autobiografías». Constancio Andueza (conocido mucho tiempo como padre Indalecio de Santibáñez) tuvo a bien dejarnos escri– tas algunas páginas que resumen sus tareas más sobresalientes en tierras venezolanas. Copio en este lugar algunos párrafos, porque pienso que son una información de primera mano muy apta para reconstruir momentos cruciales de su vida misionera: « ... Todos los años me desplazaba llamado por el arzobispo de Mé– rida a acompañarle tres meses seguidos por ciento cinco pueblos en visi– ta pastoral. Más de veintisiete veces lo hice con diversos prelados, no habiendo pueblo ni caserío de los estados Mérida, Trujillo, Barinas y parte de Táchira que no haya recorrido varias veces. El trabajo de esas visitas es ímprobo. Entonces no había apenas carreteras ni otras vías de pene– tración que el lomo de la mula. Seis horas a caballo por cerros y que– bradas, predicación diaria mañana y tarde, confesonario hasta las diez 15

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