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entre las aulas y el estudio, el confesonario y la dirección espiritual, la asistencia a los más pobres y, como hobby, los trabajos manuales en los conventos por donde pasó: electricidad, carpintería y un afanoso cuida– do del jardín. Hombre de carácter.- Era rígido, duro, con capacidad de impa– cientarse, valiente y tenaz. Un carácter heredado de su madre que, según sus palabras, «tenía la energía suficiente para mandar un ejér– cito». Se definía a sí mismo como un «luchador», y hablaba con cierto cariño de su «velho voluntarismo» para sortear todos los obstáculos. Arraigadamente independiente y libre, obedecía a criterios propios que revelaban una manera de ser muy original, caracterizada por la aper– tura y la tolerancia. Hombre intelectual.- Poseía una inteligencia clara, lógica, vigo– rosa y original, dominada más por la razón que por las emociones: «La verdad nace del conocimiento perfecto, sin adulteraciones, entre la inteligencia y la objetividad de las cosas. Sin esa fidelidad plena entre la inteligencia y la realidad, el hombre podrá crear bellas ideas y deslumbrar con bellas imágenes, pero cuando se someten esas ideas a un examen sereno, descubre que allí no se encuentra la verdad, sino una cruda mentira. La verdad es, por consiguiente, la adecuación entre el SÍ de la inteligencia y el SÍ de las cosas, de las ideas y de los hechos. La inteligencia sola nunca podrá fabricar una sola verdad.» Hombre espiritual.-Amor a Dios y a los hombres; amigo de jesús en la cruz y en la Eucaristía; profesión de una fe y devoción profundas al misterio de María; defensor de la Iglesia y de la dignidad sacerdo– tal; espíritu de oración, obediencia y respeto a la dignidad humana... , son algunas de las notas que definen su espiritualidad y que no se corresponden con un retrato idealizado, sino que estuvieron encarnadas en la realidad roncreta de su vida. 167
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