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Abril también en el Seminario Mayor de Coimbra, como profesor de teología moral. En este tema, todo su pensamiento venía conformado por la «Teoría de la actitud» expresada mediante una clara apertura de sus posiciones y, al mismo tiempo, por su fidelidad a la doc– trina de la Iglesia. La ley moral no era para él algo abstracto, una especie de «el deber por el deber» al que todo hombre debía sujetarse ciegamente, sino una ley que había que aplicar a cada uno hic et nunc. Es decir: siendo destinada al hombre, la ley moral no debe olvidar los principios sobre los que se apoya, siendo uno de ellos el respeto a la contingencia humana. No se puede comprender el perfil humano y espiritual del padre Baños estableciendo una disociación entre ambos valo– res: su entrega a los ministerios pastorales de la predicación, la catequesis y la dirección espiritual; su trabajo en el campo de la docencia; la convivencia con los religiosos y el compromiso con los cargos administrativos, fueron actividades bastante diferen– ciadas para las que nunca se formuló una disyunción exclusiva en orden a su realización; más bien las afrontó con un sobrees– fuerzo adicional para poder hacerlas compatibles. Por eso sería incongruente hacer una separación artificial en sus dimensiones humana y espiritual: en él lo humano refleja especialmente lo divino, y lo divino se proyecta significativa– mente en lo humano. El retrato fisico del padre Bernardino era el de un hombre de talla relativamente pequeña con barba, calva acentuada y ojos muy expresi– vos. Sus movimientos eran rápidos, nerviosos y secos. Habitualmente sonreía poco, pero su figura transmitía confianza y familiaridad. Con una personalidad inconfundible, que reúne la dureza de sus orígenes castellanos con una profunda humanidad, repartió su tiempo 166
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