BCCCAP00000000000000000000710

vo consumida en un trabajo monótono, oculto, no siempre jus– tamente reconocido y forzosamente condicionado a esa stabilitas loci que, en ocasiones, infravaloramos o incluso denigramos como si únicamente fuera una tendencia a «vivir instalados». Sesenta años estuvo el hermano Antonio gastando su vida en la misma oficina, pero «instalado en su trabajo». ¿cuántos lo hubiéramos aguantado? Hay oficios que, para ser desarrollados eficazmente, exigen esta especie de instalación, porque resultan incompatibles con el mariposeo y la tan exaltada «itinerancia». La disponibilidad no está asociada necesariamente al cambio continuo de residencia o de actividad, sino también a esa buena disposición del espíritu para aceptar trabajos pesados, ocultos, poco apetecihles y poco gratificantes, que exigen constancia, experiencia, preparación y dignidad profesional. .. Y si al final el ejercicio les hace gratos, mejor. Es el caso del hermano Antonio, que no funcionó como un comodín, sino plenamente responsabilizado de su trabajo. Albañil, sastre, enfermero, cocinero y seis docenas de años relacionado con la buena marcha administrativa de El Mensajero Seráfico ... ¿se puede pedir más? Hambreaba lectores para su revista y utilizó todos los artilu– gios a su alcance para conseguir suscripciones, tratando de divulgarla con ahínco entre sus familiares y amigos . Éste es el esquema que sintetiza una vida de servicio silencioso, eficaz y responsable, consumida en un trabajo «sin campanillas», pero digno de ser admirado. Con más esperanzas de ser premiado por Dios que de ser condeco– rado por los hombres, fue constante y meticuloso en su trabajo. Pasó la vida sin hacer ruido, de puntillas, sin apenas hacerse notar. No le impresionaban demasiado las banalidades humanas: el juego de 155

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz