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los hermanos de su comunidad en todo lo referente al culto de la iglesia. Los superiores habían resuelto, intuyendo sus cualidades, facilitarle una preparación adecuada para que más tarde pudie– ra acometer con garantías un encargo difícil: organizar y reali– zar los trabajos pertinentes para escribir la historia de la Provincia de Castilla y sus misiones. Su buena disposición; la inclinación favorable que respiraba hacia los temas históricos y la oportunidad que le brindaban los múltiples centros de inves– tigación existentes en Madrid, hicieron que se pusiera manos a la obra con el estudio previo de algunas asignaturas como la metodología, la paleografía, etc., instrumentos necesarios para llevar a cabo su tan~;:i con rigor y disciplina. Comenzó a visitar los archivos y bibliotecas más significati– vos de Madrid, tomando notas y apuntes que le sirvieran para realizar los trabajos históricos proyectados. Lógicamente, estas visitas se fueron extendiendo más tarde a otros centros cultura– les como el Archivo de Simancas o el Archivo de Indias de Sevilla; eran visitas imprescindibles para adquirir, cotejar o ampliar la documentación necesaria para sus trabajos. Aparecieron, sin embargo, algunas motivaciones externas ajenas a su voluntad que dificultaron su trabajo. Eran tiempos en que los religiosos debían efectuar sus salidas del convento vestidos con el hábito: el anticlericalismo, la falta de respeto hacia lo religioso y el momento social que se vivía a la raíz de la quema de conventos, en mayo de 1931, eran circunstancias para que mucha gente diera pábulo a su espíritu revanchista mediante denuestos, desprecios y palabras injuriosas contra la Iglesia y sus representantes. Ante estas dificultades, y buscando una mayor tranquilidad, insinuó a los superiores la posibilidad de marchar a Lovaina 142
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