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No le faltaron ideas para crear en torno a la granja un ambiente favorable para su trabajo y el bienestar de los anima– les, preparando en los contornos un pequeño «parque agrícola» con puntos de agua, arbustos de flor, plantas medicinales y árboles frutales. Todavía se conserva un pequeño membrillero traído de su tierra, Puente Genil, donde se fabrican deliciosos «dulces de membrillo» que son, probablemente, los mejores de España. La experiencia como albañil, adquirida y practicada desde pequeño, dejó también sus huellas en El Pardo: la fuente del Smo. Cristo, construida junto a la torre de la iglesia; escaleras en la huerta; aceras en torno a los edificios de la granja y puer– tas de entrada a la misma; mesas y asientos de «la petanca», lugar utilizado como un recoleto y acogedor jardín por la fra– ternidad... , son muestras de su pericia y maestría en el oficio de la construcción. Tal vez era lento, pero constante y perfeccionis– ta en la construcción de estas obras menores que, una vez fina– lizadas, resultaban perfectas. Así lo manifestaban los peritos a quienes confiaba realizar una supervisión de las mismas. En los años ochenta comenzó a sentir un cierto cansancio y pérdida de memoria. La reestructuración administrativa del colegio ocasionó, a su vez, una disminución en la efectividad productiva de la granja que le ocasionó desasosiego y le acarreó una pérdida de ilusión en su trabajo. Se encontraba contento en El Pardo; pero su estado depresivo le condujo a pedir a los superiores el traslado a otra fraternidad siendo destinado, en el Capítulo de 1981, al convento del Sagrado Corazón de Usera. Sin embargo, sus recuerdos de tantos años en El Pardo los llevaba tan metidos en el alma que frecuentemente llamaba por teléfono al hermano que le sustituyó al frente de la granja para decirle: «Oye, ¿quieres que cambiemos?» 127
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