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había escrito ya al señor obispo, con el fin de indagar sus inten– ciones y evitar así conflictos que pudieran surgir en años poste– riores. La respuesta de Mons. Sixto había sido totalmente favo– rable: « . . . Como VR. sabe, ésos eran mis deseos, al asegurar la perma– nencia de los capuchinos en la parroquia, y ahora con mayor razón, pues el hecho de ser Cumaná Sede Episcopal, debemos procurar con santo empeño acrecentar cuanto sea posible el culto de sus iglesias y la piedad de sus fieles ... Y para ello quiero contar con la ayuda de los capuchinos.» Cambiadas las circunstancias, ¿continuaría ahora el señor obispo con las mismas buenas intenciones? Parece que sí, como consta en otra carta enviada al nuevo superior regular, Estanislao de Peridiello. En ella acepta la elección y presenta– ción del padre Cayetano de Carrocera como superior y párro– co de Santa Inés y la del padre Camilo como coadjutor de la misma. En diciembre del mismo año de su salida, se encontraba de nuevo.en Cumaná, con la aceptación del señor obispo «para que ejerciera como coadjutor, con amplias facultades para suplir al párroco en todos los ministerios, quedando enterados de sus nombramientos como vicesuperior de esta residencia». Con el desenlace de la cuestión d e Cumaná entró en la vida de esta residencia una nueva etapa de florecimiento. En compa– ñía del nuevo superior, el padre Camilo dio impulso a las acti– vidades parroquiales, encargándose de la catequesis, impartien– do clases de religión en el colegio d el Maestro Losada y aten– diendo espiritualmente las capillas de San Antonio y Pueblo Nuevo. Un acontecimiento doloroso vino a romper bruscamente el ritmo cotidiano de sus ministerios sacerdotales. Fue el último 117
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