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Marzo suplente del enfermo padre Arcángel de Valdivia sin nombra– miento alguno y sin capacidad para entregar una cosa que había recibido sin título y ni inventario, el asunto quedó en silencio ... Pero el padre Camilo había sido llamado a Caracas y retira– do ya de esta residencia. Dos fueron los motivos fundamentales que impulsaron al padre Artavia y sus consejeros para plantearse y decidir la sali– da de los capuchinos de Cumaná: uno era de tipo material, y otro de tipo administrativo. En el aspecto material, el desagra– do para permanecer en Cumaná tenía su origen en la falta de casa propia independiente, en la que los religiosos pudieran lle– var vida común y regular. La casa existente, que era comparti– da con doña Carmelita Berrizbeitia, insigne bienhechora y donante de la misma, no tenía la suficiente independencia para mantener la clausura y la vida regular. Cuando la ilustre dama conoció que ésta era la principal dificultad para la permanen– cia de los capuchinos en Cumaná, tomó espontáneamente las riendas del caso, proporcionándoles la ayuda necesaria para que pudieran levantar su propia residencia: « . . . Quiero que los capuchinos vivan siempre en Cumaná; porque amo a los míos y quiero que se salven. » Cumplió su promesa y así quedó cortado el nudo gordiano de lo que parecía una embrollada cuestión. La otra dificultad estaba generada por cuestiones de coli– sión de competencias. Al ser constituida la diócesis de Cumaná, la iglesia de Santa Inés pasó a ser catedral y, en consecuencia, cambiaban por completo las circunstancias. Era preciso saber si el señor obispo vería con agrado que los capuchinos continua– ran en la parroquia o le agradaría más que estuviera en poder del clero secular. Siendo superior regular, el padre Vegamián 116

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