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Febrero «el Lagos ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1, 9) y aceptó sin reservas la perfecta armonización de razón y fe de acuerdo con la más pura tradición del iluminismo agustiniano-franciscano, a partir del cual ha venido desarrollando las líneas maestras de su filo– sofia. Su obra es armónica, estructurada, compacta y clara, y por tantos conceptos luminosa y esperanzada. Su sólida formación humanística y su entrega servicial de por vida al estudio, hicieron de él un hombre recto y equilibrado en sus juicios, agudo en su crítica siempre razona– da, coherente con su vida y su pensamiento ... » Q. R. Escapa). La revista Anthropos glosa la figura científica de Enrique Ri– vera recogiendo las palabras que Alan Guy le dedica al hablar de los filósofos españoles. Dice textualmente: « ... De amplia erudición, es en primer lugar un renombrado histo– riador de la filosofia medieval y, en este aspecto, sigue a Wilson ... Pero es también un pensador muy personal, como revelan muchos de sus estudios ... En ella media, de manera innovadora, sobre la historicidad, sobre la historicidad y su significación en la fe cristiana. » Es complicado encuadrar las tendencias filosóficas del pa– dre Rivera en un marco determinado, para poder localizarlo dentro de la historia de la filosofía. Su amplio saber académico no le confina dentro de ninguna escuela. Por su pluma y su mente han pasado filósofos de todos los signos y de todos los tiempos: Plotino, Aristóteles, Platón, San Agustín, Santo Tomás, San Buenaventura, Escoto, Kant, Heguel, Sastre, Spengler, Ortega y Unamuno, Lubac, Teilhard de Chardin . .. De todos ellos supo hacer una simbiosis armónicamente combinada, por la que se le puede catalogar dentro del más puro «humanismo cristiano»: Dios, hombre, mundo. Él mismo nos describe su particular itinerarium mentís zn Deum en cuatro etapas fundamentales de su vida: 104

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