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Febrero Murió el 23 de febrero de 2000. Su cuerpo fue trasladado a Salamanca, donde los religiosos y sus familiares recibieron las condolencias de alumnos, ex alumnos, amigos y profesores de la universidad. En ella fueron suspendidas las clases de filoso– fía, para facilitar la asistencia a los funerales de este religioso capuchino que tan dignamente la había sabido representar. Resulta arriesgado sintetizar en pocas líneas la riqueza espi– ritual y humana del padre Rivera, con una visión tan rica de lo franciscano, con una cultura tan vasta, con una actividad tan amplia en el ámbito de la investigación y con una fecundidad en publicaciones tan extensa. Trataré de conseguirlo de una forma un tanto genérica pormenorizando algunos detalles, omitiendo otros y echando mano de testimonios valiosos de algunos compañeros que le conocieron bien por una más estre– cha y larga convivencia. PERFIL RELIGIOSO Y SACERDOTAL. Su talante religio– so y sacerdotal, con un marcado tinte de genuino espíritu fran– ciscano, fue siempre el motor que activó todas las demás reali– zaciones de su vida. Enamorado locamente de su vocación, no disimuló jamás el interés por cualquier acontecimiento en que estuviera implicada la Orden o la Provincia de Castilla, inten– tando transmitir su interés a todos los que se encontraban a su alrededor. De manera especial, fue siempre muy voluntarioso para ani– mar, orientar y colaborar con los jóvenes estudiantes en la bús– queda de caminos para afianzar su vocación: clases, charlas, conferencias, dirección espiritual..., todos eran recursos válidos para alimentar sus ilusiones. Tampoco fue ajeno al ejercicio de los ministerios específica– mente sacerdotales. En Salamanca prestó su colaboración en todo lo relacionado con el culto de la iglesia mediante la aten- 102
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