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Diciembre El silencio y la paz son su apariencia; pero hay un río azul en su conciencia donde flotan dolientes, aunque bellas, platónicas ideas, cual paganos cisnes de Lohengrin que, ya cristianos, cantan noche nupcial con las estrellas. » Los panegíricos, las condecoraciones, las alabanzas que se tributan a los grandes personajes después de muertos no siempre resultan auténticos o, cuando menos, son un reconocimiento tardío de sus méritos. Cuando se tributan en vida, son más sinceros. Por eso he querido retratar la semblanza espiritual y humana del P. Teófilo con unas expresiones que él mismo pudo leer y escuchar, todavía en vida, con motivo de la celebración de sus Bodas de Oro sacerdotales. Son palabras de sus alumnos, de sus compañeros, que se publicaron en la revis– ta del colegio («Hogar Seráfico», 1975): «... No es hablador. Las pocas palabras que dice parece que antes han sido sometidas a un juicio severo. Sin embargo, aunque él no lo diga clara– mente, nosotros sabemos que también busca a Dios en la naturaleza, que en ella encuentra una gran satisfacción...» (Rafael Piñán). «... Hay personas que, con los años, se estacionan en un estado mental y que van quedando atrás. Personas que viven del pasado, del recuerdo. El P. Teófilo no es de esas personas. Su convivencia con jóvenes le ha mantenido en una línea de actualidad y apertura verdaderamente envidiables. joven entre los jóvenes, les comprende perfectamente. Inspira confianza e invita a la convivencia...» (P. Carlos Bazarra). «... Confieso que me emociona la estampa familiar y cotidiana del P. Teófilo en el altar orando y celebrando, y confieso que esa estampa me llena el alma y es el primero y principal de los estímulos que recibo en el día, antes de comenzar mi oración y mi trabajo...» (Juan Antonio Ballesteros). «... Como es sabido, es un hombre de celda, tiene amor a la celda. Y también es hombre de monte. Conoce palmo a palmo el monte de El Pardo y la sierra de Guadarrama... Y, por supuesto, es un hombre de música... El P. Teófilo ha aprendido y gustado y enseñado aquella sojrosine clásica, o sabiduría bíblica, aquel ''para no estar solo me bastan mis 994
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