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cía, pero su apostolado fue el genuinamente franciscano que requería San Francisco para sus seguidores: la vida, el buen ejemplo. Las palabras de compañeros que le conocieron resumen algunas notas características de su personalidad: «Era muy buen compañero, optimista, fino artista. Daba gusto verle y oírle tocar el violín. Ya de sacerdote se ganaba a todos por su don de gentes y exitosas actuaciones en la predi– cación...». Su estancia en el sanatorio la resumía el capellán de Santa Isabel: «Nuestro padre jesús, capuchino, era querido, apreciado y respetado por todos. Para todos era don Jesús. Extremadamente fino, afable, respetuoso, con afán de no molestar a nadie...». Buen epitafio para un hombre que pudo ser Jeliz. «¿Qué designios tendrá Dios sobre mí?», se preguntaba el P. Olegario. Pues éstos eran sus designios: wn poco, hacerte feliz. Con un poco de cielo azul, con un sombrero en tu cabeza, con un vientecillo tibio, con la paz del espíritu. BIBLIOGRAFÍA: AO 111 (1995) 170; BOP 44 (1991) 34; Flash (1991) 50. 41
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