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¡ •• Enero · Palencia. Una vez terminados los trabajos de construcción del sana– torio de Santa Isabel, en León, fue trasladado a este nuevo centro, en el que permaneció internado hasta el día de su muerte. A los 84 años de edad fallecía en dicho sanatorio, el 19 de enero de 1991. Pocas, pero ejemplares, son las cosas que podemos contar de este hermano religioso que pasó enfermo la mayor parte de su vida. Durante los pocos años que ejerció el ministerio de la predica– ción, en Bilbao y Montehano, tuvo un cuidado exquisito, una dedi– cación y una preocupación fuera de lo común para preparar sus sermones y homilías. Su comportamiento, durante los años que permaneció en el sa– natorio, fue modélico por su obediencia, respeto, amabilidad y amor al trabajo. A pesar de su enfermedad, conservaba en estado aceptable su razonamiento. Gozaba con la visita de los religiosos y agradecía ca– riñosamente los regalos, particularmente cuando llevaban dentro algún cigarrillo. Como anécdota les presento esta florecilla inédita de su vida: en cierta ocasión le visitó el P. Querubín de León. Al despedirse, llegó hasta la puerta de salida y se quitó amablemente el sombrero (siempre lo cogía con un pañuelo para no mancharlo). «Salga, padre», le dijo al P. Querubín. El P. Querubín se quitó tam– bién el solideo para corresponder a su saludo y respondió: «No, salga usted primero». Mientras se encontraban en esta conversación, exhibiendo cada cual en las manos sus defensas capitales (sombrero y solideo), pasaron varios médicos a su Lado. Uno de ellos terció en la conversación y les dijo: «No sé quién de los dos estará más loco». Durante su estancia en el sanatorio había confeccionado y escri– to minuciosamente la genealogía completa de su numerosa familia. El P. Olegario fue un religioso que debió afrontar los avatares de su existencia en unas circunstancias poco normales. No pudo ejercer el minis– terio sacerdotal en su plenitud por imperativos de la enfermedad que pade- 40