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nos. También se cuidó de la asistencia espiritual a los fieles de las centrales azucareras que estaban próximas a Cruces, así como de las alumnas del colegio María Inmaculada Con motivo de celebrarse los veinticinco años de su estancia en Cruces en 1949, laJunta parroquial le tributó un caluroso homena– je, exaltando sus virtudes, agradeciéndole sus trabajos y poniendo de relieve su carácter jovial, humilde y bondadoso. Otro homenaje, lleno de gratitud, le tributaron los fieles de Cruces con motivo de la celebración de sus Bodas de Oro religiosas, en 1956. A partir de enero de 1959, fecha en que se instaló en Cuba el régimen de Fidel Castro, el P. Casiano siguió trabajando en la pa– rroquia de Cruces, siendo admirado y querido por todos los feligre– ses, que se cuidaban de proporcionarle todo lo necesario para el desempeño de su ministerio sacerdotal. Varias veces intentaron los religiosos de La Habana trasladarle a la residencia de Miramar, con el fin de cuidar más fácilmente de su salud, que se iba debilitando. En octubre de 1968 llegó a La Haba– na, y allí siguió prestando su ayuda a los religiosos en todos los ministerios que su salud le permitía. Falto de vista y oído, su salud iba empeorando poco a poco. Comenzó a sentirse mal a principios de diciembre, y a las ocho de la mañana del día 1 O de enero falleció en la clínica de San Rafael, asistido por los padres Augusto de Vi– llalquite, Narciso Mazariegos, Pablo Martín y el Hno. Gerardo de Valduvieco, que le habían administrado los santos sacramentos. Atendiendo a sus deseos, los fieles de Cruces trasladaron su cuerpo a la parroquia de Cruces, donde había estado trabajando cuarenta y cinco años. Tenía, al fallecer, 88 años de edad, 63 de vida religiosa, 55 de sacerdocio, 48 de estancia en Cuba y 45 de permanencia en la pa– rroquia de Cruces. El P. Casiano fue, durante toda su vida, un religfoso abnegado y servi– cial, humilde y bondadoso en el desempeño de sus ministerios sacerdotales. 19

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