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De vuelta a España, estuvo destinado en los conventos de Vigo, Salamanca y León, desempeñando en ellos diversos oficios como sastre, cocinero, etc. Después de pasar una temporada en la enfermería de San Anto– nio con el fin de reponer su salud, pasó a formar p;irtt> <lt> ];i fr;itt>r– nidad de Jesús de Medínaceli, como encargado de la sastrería. Allí permaneció los últimos años de su vida, trabajando el tiempo que le permitía la enfermedad de corazón que venía padeciendo desde hacía bastantes años. En la mañana del 5 de enero de 1970 falleció inesperadamente, mientras se encontraba en la sastrería, a los 74 años de edad y 56 de vida religiosa. Fue enterrado en el antiguo panteón de la Excma. Sra. condesa de Gavia, en Madrid. El Hno. Cabina fue un religioso sencillo y cordial, que colaboró eficaz– mente en las primeras fundaciones misionales de la Gran Sabana, sirvien– do a los indios y enseñándoles numerosos oficios. No era hombre de muchas palabras; pero su carácter, aparentemente seco y retraido, no fue obstáculo para que él supiera responder siempre con una sonrisa en los labios a las ocurrencias de sus hermanos religiosos, particularmente de aquellos que conseguían ganarse su confianza. El trabajo silencioso, la observancia regular y la oración fueron el mejor testimonio de su vida religiosa. BIBLIOGRAFÍA: AO 86 (1970) 134; BOP 23 (1970) 26 s; Cayetano 258; Es– tanislao 527; «El Mensajero Seráfico» 103 (1991) 80 s; Pací– fico 243; VM 11 (1949) 474 480 s 484-487, 18 (1956) 174-179, 31 (1971) 235-239. 13

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