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ladado su cuerpo al del Sagrado Corazón. En la misa funeral, con– celebrada por muchos hermanos sacerdotes de las otras fraternida– des madrileñas; el Ministro Provincial, Germán Zamora, glosó este bello epitafio, predilecto del P. Pereña: «Aquí yacen los mortales despo– jos de quien supo amar siempre, y amando persevera. ,Rogad por mi alma!». Después del funeral, al que asitieron numerosos fieles, herma– nos terciarios y alumnos del colegio adyacente, sus restos fueron conducidos a la cripta de los capuchinos en la Sacramental de San Isidro. La larga reseña de los cargos desempeñados en la Provincia por el P. Conde Barrueco es buen indicio de sus cualidades para el gobierno de las comunidades. Fue, además, muy activo en los ministerios sacerdotales du– rante los años de juventud y madurez. Y dedicó no poco tiempo al confeso– nario de varias comunidades de religiosas. Entre sus dotes distintivas como religioso, cabe destacar las de la regu– laridad en la observancia, la austeridad personal y la fidelidad a los actos de la vida común. BIBLIOGRAFÍA: BOP 29 (1979) 294 s. 1065

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