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mieloma en la médula ósea. Desde entonces comenzó a vivir un dolo– roso calvario: diálisis, transfusiones de sangre, peritonitis... «No sé -decía- qué querrá de mí papá Dios, pero uno comienza a ser inútil cuando se considera inútil.» El 1 de diciembre de 1983 recibía una carta de los superiores de la CONVEC: «•.. Al terminar el bienio en que has dirigido las actividades de la CONVEC como Presidente, queremos agradecerte el esfuerzo y el dinamis– mo que has sabido infundir en la misma. Pero nos apena sobremanera la enfermedad que te aqueja... Comparti– mos tus sentimientos, estamos espiritualmente contigo y puedes contar con nuestra incesantP nmr:iim pnr tu pronta recuperación. Que el Señor, al permitirte compartir su cruz, te dé fuerza para llevarla con amor y es– peranza.» Después de la penosa enfermedad, que le dejó imposibilitado para seguir desempeñando sus importantes cargos, falleció en Ca– racas, el día 12 de diciembre de 1983. Contaba 54 años de edad, 35 de vida religiosa y 29 de sacerdocio. Sus funerales se celebraron el 13 de diciembre en la iglesia de La Chiquinquirá, con la presidencia del Nuncio de su Santidad, el Obispo Auxiliar de Caracas y Monse– ñor Mariano Gutiérrez. Concelebraron más de cuarenta sacerdotes, asistieron varios Superiores Mayores de diversas órdenes religiosas y representantes de instituciones como OFS, Jueves Eucarísticos, estudiantes del Roscio y del ITER y muchos religiosos de nuestros centros misionales de Venezuela. Sin descartar la importancia de su buen hacer en los trabajos ministeriales que desarrolló en España, el P. Francisco tiene mucho que decir en los acontecimientos de los últimos años en nuestra Custodia de Venezuela: desde su nombramiento como Consejero y, más tarde como Viceprovincial, intervino definitivamente para ace– lerar y ultimar el proceso de unificación de las cuatro jurisdicciones 1037

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