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26 JESUS BEUNZA DE GUERENDIAIN, O. F. M., CAP. c) Finalmente se debe recalcar el aspecto social, presentar la ley de Dios como garantía de paz, de orden, de tranquilidad, de felicidad familiar y social. Son las consignas del reino de Dios en este mundo : Reino de paz, de justicia y de amor. El cristianismo aparece así como el reflejo del amor de Dios en Jesucristo, que con sus leyes de amor, inauguró un nuevo modo de convivencia en el mundo, una humanidad nueva, menos desdichada, en espera de la gloria al final de los tiempos. Presentando así los mandamientos en una conferencia introductoria, no será difícil en cada uno de ellos, hacer referencia. a esos tres aspectos. Así el tema de los mandamientos no aparecerá como un código pesado de leyes y preceptos, como un catálogo de vicios y pecados, tortura de conciencias; y la moral cristiana así expuesta, dejará en las almas una impresión más esti– mulante y optimista y estará algo más de acuerdo con la definición de San– to Tomás, cuando dice que la moral es: "explanatio caritatis". 3. 0 El tema de la confesión. Debe seguir predicándose, y ciertamente como asu-nto de capital importancia e.n las misiones. En nuestros ambientes de misión, cristiandades constituídas, pueblos de bautizados, el pregón apos– tólico: "convertíos y bautizaos", debe resonar así: convertÍos y confesaos. Hay que presentar al pueblo la conversión con su exigencia de confesión y la confesión como signo auténtico de conversión. Explicar con toda pre– cisión y detalle las exigencias del sacramento de la penitencia para que en verdad sea signo eficaz de perdón y gracia sacramental, creo es una nece– sidad particular de nuestro tiempo. Conocemos demasiado la existencia entre los fieles de la "confesión-recurso", consistente en una mera declaración de los pecados cometidos y sin las cualidades de una auténtica "metánoia" con– versión interna a Dios; como sabemos también, los confesores de tiempo de misión y ejercicios que cuanto dijeron los santos· misioneros, como S. Leonar– do de Puertomauricio y S. Alfonso M. de Ligorio sobre confesiones sacríle– gas y tragedias de almas que arrastran remordimientos de años, sigue hoy siendo una realidad. Conseguir en la misión la jubilosa alegría de las almas en gracia mediante una confesión-conversión será siempre el fruto primero sin el cual nada positivo se podrá esperar para el futuro de las almas que viven en pecado. Dado de paso serán elementos valiosos, acaso más eficien– tes que los hijos que nunca abandonaron al Padre. En general, no creo haga falta añadir ningún aspecto a la exposición del tema de la confesión, pues es tal vez el tema en que con más claridad y unción se hace resaltar la misericordiosa bondad de Dios que salva perdo– nando, el amor de Jesucristo al instituir este sacramento multiplicador de perdones, nuevo bautismo que aplica a las almas los frutos de la redención, etc. y es uno de los jalones más importantes de la salvación de Dios en la Iglesia por el Espíritu Santo. Sobre el sentido comunitario del sacramento podría insinuarse la rein– ,erción vital en la comunidad cristiana. Algo así como sucede en el bautis-

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