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EL P~óiírnMA bE LA l'l:ENOVAC!ON DEL APOST'üLADó... tido de la vida y su trascendencia eterna, salvaci6n, pecado, muerte, jutc10 de Dios, infierno, cielo, pasi6n, muerte y resurrecci6n de Cristo, misericor– dia de Dios, devoci6n a la Stma. Virgen, etc. La misi6n se predica a los hombres, al pueblo de Dios que vive en este mundo, no a los hombres o a los ángeles del paraíso. 1Y ahora como antes y siempre dada la sicología popu– lar, la idiosincrasia del hombre y las tendencias al mal que lleva en su mis– ma entraña, estas verdades son los recursos humanos más poderosos, . crean en el alma los m6viJes más fuertes, arrancan a la voluntad los arrepentimien– tos más sinceros y las resoluciones más decisivas. 3. 0 En su forma externa, el estilo misionero. En los sermones el tono y la solemnidad (y no se trata precisamente del volumen de voz) propios de las verdades que se proclaman y la unci6n sagrada que exigen ,las exhortaciones a la conver~ión, unci6n nacida de un espíritu posesionado de la trascenden– cia de lo que se predica. En las pláticas y conferencias, d tono sencillo, pero siempre cálido y noble, propio de la instrucci6n religiosa. 4. 0 En su forma interna, el modo expositivo, la precisi6n doctrinal, sin alardes apologéticos ni manías razonadoras de probarlo todo hutr1anamet1te, sin demasiadas explicaciones teol6gicas. La predicaci6n misional no es ni apo– logética ni teología. Es sencillamente kerigma, preg6n, proclamación, decla– raci6n, exposici6n del misterio de la salud y de las verdades reveladas, de tal manera que los oyentes se tengan que enfrentar directamente con las palabras de Dios y se vean precisados a tomar una decisi6n cara a cara con Dios que les habla y les ofrece la salvaci6n. La misi6n clásica lo ha .hecho siempre así, uniendo siempre a la proclamaci6n de la palabra revelada la exhortaci6n apremiante y alentadora. De ciertos recursos humanos,. siempre accidentales, que se emplearon con éxito en otros tiempos, porque se conformaban con la mentalidad de su épo– ca, pero que hoy parecerían pueriles, no es menester hablar, como cosas hace tiempo superadas. 5. 0 Pero sí se deben conservar ciertos re·cursos, s1 se qmere marginale's, pero que son valiosos elementos auxiliares del éxito de la misi6n: me refiero a todo aquello que contribuye a crear ambiente, a los mil detalles de una preparaci6n esmerada, a todo lo que en cada caso concreto puede contribuir a crear interés y atraer al pueblo a los actos misionales: propaganda indi– vidual, familiar y pública, que cree espectaci6n y curiosidad y haga de ,la misi6n la gran noticia. La prudencia, la experiencia y el sentido práctico aconsejarán en cada caso, pero tampoco debemos confundir la prudencia con l;1 pusilanimidad. Los misioneros deben obrar con una santa osadía para que el mensaje de la misi6n llene todo el ambiente y llegue a todas partes, muy en conformidad con la orden del Señor: "Predicate super tecta'\

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