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EL PROBLEMA DE LA RENOVAC!ON DEL APOSTOLADO... 15 ¿ Y qué decir de San Pablo, por ejemplo, en la Epístola primera a los Corintios con sus severas amonestaciones y amenazas, co11 la excomunión del incestuoso, con sus advertencias morales, advertencias que por lo demás encontramos en casi todas las epístolas, apropiadas a la situación de los destinatarios? El apóstol sabe que el cristiano, aún participando por la fe en la Redención y victoria de Cristo, continúa viviendo en la carne y debe rea– lizar un esfuerzo continuo (el esfuerzo y el sacrificio de los atletas) para vivir en realidad como redimido y alcanzar la corona de la inmortalidad. De ahí sus exhortaciones a vivir según el espíritu, huyendo de las obras de la carne; de ahí los catálogos de virtudes que debe practicar y de vicios que debe evitar. Modelo perfecto de predicación para la metánoia lo tenemos en 1 Cor. 10, 6-13, la epístola del domingo JX después de Pentecostés. Recordemos finalmente el Apocalipsis, que se ha llamado el último ser– món de conversión del Nuevo Testamento: "A la Iglesia ele Efeso escribe: abandonaste tu primera caridad, recuerda de qué altura has caído y arre-– piéntete y comienza a practicar tus primeras obras; si no te arrepientes te– moveré tu candelero de su lugar". A la Iglesia de Pérgamo: · "Sé dónde moras, dónde está el trono de Satanás. Arrepiéntete pues (Ap. 2, 4-5; 13-16). Así los pecados de los hombres, los juicios temibles de Dios se evocan con energía para despertar a las cristiandades aletargadas. Y, si retrocedemos a la fuente primerísima, a la predicación del mismo Jesús. ¿ No nos lo presenta el Evangelista en los mismos comienzos de su predicación, lanzando al mundo el llamamiento a la conversión: "arrepentíos, porque está cerca el reino de Dios", (Mt. 4, 17). Y las parábolas del rico Epulón, del trigo y la cizaña, de las vírgenes prudentes y necias, del rico satisfecho y tantas más, y el "estote parati", el "discedite maledicti" ... y el "venite benedicti Patris mei". ¿ No son los más eJocuentes sermones de ver– dades eternas que se hayan predicado jamás? Admitamos de nuevo que será preciso tal vez poner más de relieve la obra salvífica de Dios, pero concédase también que en la predicación misio– nera, si se quere guardar, no una fidelidad parcial solamente, sino una fi– deliclad total al Evangelio y al kerigma de los apóstoles, es preciso continuar explotando todos los recursos de la sicología humana y e11frentando al hom– bre personalmente con el problema de la salvación. No se aleja del modelo, sino que se ajusta plenamente a él el misionero, que sin dejar de pregonar la salvación de Cristo, proclama también reciamente la penitencia de los pecados, el cambio de costumbres, la observancia de los mandamientos y los deberes de estado, recordando al mismo tiempo con energía las consecuen– cias eternas del sí o el no del hombre a la gracia de Cristo Salvador. Si es tremendismo clamar contra los vicios y pecados y exhortar a los pecadores a la penitencia y presentar en toda su aterradora realidad los juicios de Dios y los castigos eternos para los impenitentes, no son ciertamente los misioneros, hoy llamados tremendistas, los inventores de estas tácticas mi-

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