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14 JESUS BEUNZA DE GUERENDIAIN, O. F. M., CAP. c10n al orden sobrenatural, la Encarnación, la Pasión y Resurrección, la Euca– ristía y el misterio de salvación de la Iglesia hasta la escatología final en el Reino eterno del pueblo de Dios. En resumen : ni teocentrismo ni antropocentrismo exclusivistas. Las dos cosas combinadas en perfecta síntesis nos darán la fórmula completa y la más eficaz: misiones que proclaman el Evangelio, la Buena Nueva de la Salud, pero sin olvidar la sicología humana que exige todas estas motiva– ciones descritas para decidirse por la aceptación de la salvación. Es la tra– yectoria que ya nos trazó el Concilio de Trento para el proceso de toda con– versión: "con la gracia de Dios, a través de la fe en Cristo Redentor, de la conciencia del pecado y del temor, de la confianza y de la esperanza, al amor de Dios y al odio al pecado, manifestados en la penitencia y necesarios para el Bautismo" (para los pecadores bautizados, .diremos: necesario para la confesión). c) Predicación misional y kerigma de los apóstoles Se dice hoy y se intenta demostrar que las misiones, comparadas con la predicación apostólica, aparecen empobrecidas en su fondo doctrinal, por cuanto se han apartado de la temática constante de los apóstoles al trasmitir al mundo el mensaje, la Búena Nueva de la salvación. Y se quiere volver a la fuente primera, porque sólo así será auténtica nuestra predicación. De nuevo incidimos en el problema tratado en el número anterior : la inquietud por dar a las Sagradas Misiones upa orientación más teocéntrica (diríamos más bien exclusivamente teocéntrica), "a ejemplo de los apóstoles que ante todo proclamaron el Evangelio", el gozoso anuncio de la salvación en Cristo muerto y· resucitado, siendo su predicación más que una exposición doc– trinal o un código de leyes morales, la narración de las grandes obras sal– víficas de Dios, la historia de las intervenciones divinas, donde se revela como Libertador y Padre para salvar a los hombres pecadores, historia que se centra y culmina en el acontecimiento pascual, revelación definitiva de los designios de Dios. No se puede negar esta afirmación. Ahí tenemos, por no citar 5ino algún ejemplo, los discursos de S. Pedro el día de Pentecostés y después de la cu– ración del tullido a la puerta del templo. Ahí la Epístola a los romanos, que partiendo de la situación desesperada del .mundo sumido en el pecado nos presenta a Crist.o como salvador de todos los hombres. Pero tampoco es cier– to que la predicación de los apóstoles termina ahí. La metánoia, el cambio de disposiciones en el hombre, la exhortación urgente a la conversión entran de lleno y forman parte importante del kerigma apostólico. En el discurso de San Pedro el día de Pentecostés, encontramos estas palabras: "arrepentíos y bautizaos". "Salvaos de esta generación perversa. Arrepentíos y volveos a Dios para que se borren vuestros pecados".

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