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EL PROBLEÚA DE LA RENOVACION DEL APOSTOLADO... 13 trica, más cústocéntrica, pero tampoco se podrá dejar de desenma,carar la malicia del pecado y pregonar sus consecuencias eternas y el juicio de cona denación que espera a los impenitentes; no se podrá excluir de la predi– cación el tema de los mandamientos, la necesidad de las buenas obras, y la ineludible necesid.ad del sacramento de la confesión, sacramento del rena– cimiento a la gracia y del reencuentro con Cristo. Podremos y debemos con– tmuar urgiendo el esfuerzo personal, la cooperación a la gracia para po– derse salvar y seguir repitiendo con San Agustín : "Qui creavit te sine te, non salvabit te sine te". · Los sermones misionales no podrán reducirse a proclamar la Buena Nue– va de que Cristo nos salva del pecado, del juicio de condenación, de la muerte eterna. Si la orientación excesivamente humanista y psicológica pue– de tener algo de la kégesis de los fariseos, la reforma con un viraje de 180 gra– dos, con orientación exclusivamente teocéntrica difícilmente puede salvarse de la teoría protestante de la justificación por sola la fe. Si convertimos la predicación misional en una narración de la Historia Sagrada, ·en proclamar las obras salvadoras de Dios en Jesucristo, añadiendo a modo de breve ex– hortación foral : "Convertíos a Cristo y El os salvará", estas palabras pue• den parecer a nuestros cristianos, aun cuando objetivamente el sentido de . la frase es muy diferente, muy parecidas a la fórmula protestante: "peca fortiter sed crede fortius". Si .para poderse salvar el hombre debe rendir su voluntad a la voluntad divina, si ha de aceptar libre y voluntariamente los difíciles compromisos de rn bautismo, los arduos deberes de la ley de Dios, la predicación, máxime la predicación mi5ionera que es apostolado de conversión, ¿ no habrá de presen– tar a su inteligencia las motivaciones que inclinen su voluntad a la prác– tica del bien? Bien estará poner en primer lugar la salvación que Dios ofre– ce a todos en Jesús, "único nombre en quien podemos encontrar la salud"; para reavivar la fe del creyente: "crecientes redemptionem quae est in Christo lesu", pero no podemos quedar aquí. El hombre que ha pecado debe recono– cerse pecador y enfrentarse con el problema de la salvación que exige la pe– nitencia, la conversión a Dios, el orientar él personalmente su vida en sen– tido cristiano. De ahí las predicaciones misionales sobre el pecado, la sal– vación, la penitencia, los mandamientos, el sacramento de la confesión. Habrá que excitar en él el temor saludable, principio de sabiduría, aun– que no término de la vida cristiana, con la predicación de la muerte, del juicio de Dios, del infierno... La esperanza, resorte poderoso en la vida, habrá que despertarla tam– bié11 con los sermones de la Pasión del Señor, de la misericordia divina, la gracia actual y sobre todo con el sermón del cielo como recompensa sobrena– tural a los sacrificios temporales de la vida cristiana. Las motivaciones del - amor en el servicio divino, cima y esencia de la vida cristiana, ,se ofrecerán a las almas a través de toda la misión, al pre– sentar el plan salvífica de Dios y su realización, desde la creación y la eleva-

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